viernes, 15 de marzo de 2013

la musica


-¿La letra y la música, con ese ritmo de joropo al tiro?
-Todo, todo junto, al tiro como joropo, con esos acordes, y la letra era como si yo me la hubiera sabido. Entonces me asusté también. Si yo no soy máquina de hacer canciones. Cantaba canciones de la Violeta y había hecho un par de canciones, horribles -sonríe-, que no vamos a decir cuáles son, aunque las he rescatado ahora, fíjate, las he recogido del tarro de la basura, porque encuentro de que repente son muy drástica conmigo misma.
Isabel Parra ya tenía para entonces ese contingente de canciones con música suya y versos de Violeta Parra, como el vals "Qué palabra te dijera", la tonada "Como el roble en el verano", la canción joropo "Lo que más quiero" y las canciones "Solitario solo" y "Al centro de la injusticia", entre otras. "Había hecho canciones con texto de la Viola y música mía, que eso no me costó nada", recuerda. "Pero son urgencias, esos textos de la Violeta había que mostrarlos porque son maravillosos".







la reina

-Más allá del trabajo cumplido con el libro, y ahora con la reedición, ¿ésta sigue siendo una historia dolorosa de escribir y de reescribir también?

-Es doloroso porque este libro no es una ficción, si pienso que nací en Santiago, en el barrio de Quinta Normal, que viví en La Reina, que no tenía la menor intención de convertir mi vida en una vida viajera. Entonces narrar estos hechos, vivirlos uno en su pellejo y saber que miles de otras mujeres y hombres estaban viviendo lo mismo, es muy desgarrador. Aunque ponga aquí (en el libro) los afiches del Olympia, de los grandes teatros de Francia donde tuve la suerte de cantar. Porque en lo personal mi siquis no me permitió quedarme tranquila. Viví la vida, pero siempre estaba lo otro, ese desgarro permanente que no se va, no se acaba.














frutos


-¿Además ustedes compartieron ese destierro con exiliados de otras dictaduras latinoamericanas? ¿Cómo era ese encuentro?


-Es que nosotros veníamos conviviendo ya de antes con la música latinoamericana. Hacía rato (en los años '60) nos habíamos salido de la tonadita y la cueca y ya teníamos amigos afuera, gente que estaba en la misma búsqueda que nosotros. Teníamos este camino de la Violeta Parra que era amplio y generoso para todos. Entonces estábamos determinados por otras formas de relacionarnos con nuestros compañeros de oficio. Está el caso de los cubanos que vinieron a Chile (en 1972) por gestiones nuestras, en un afán de compartir y de que los chilenos conocieran al Silvio (Rodríguez), al Pablo (Milanés), pequeñas tareas que dan frutos de generosidad. Imagínate, el Silvio vino recién a Chile, y fue éxito total y absoluto.











Cuba


Eso se conecta además con los jóvenes hijos de ese exilio, que nacieron afuera.

Es una cadena infinita. Están los niños que ahora son adultos y que van y vienen. Eso es permanente. Porque el exilio aparentemente terminó, pero resulta que no terminó, porque las consecuencias son absolutas y totales.
Tú me aceptas, yo te doy música: solidaridad con Chile
La noche del 29 de diciembre de 1974 Isabel Parra dio su primer concierto en el parisino teatro Olympia, punto de partida para un incansable tren de presentaciones futuras en ciudades de Francia, Italia, Inglaterra, España, México, EE.UU., Finlandia, Cuba, Bélgica, Rusia, Turquía, Argelia, Suiza, Canadá, Suecia, Australia, Alemania, Austria, Japón, Dinamarca, Holanda, Venezuela, Brasil, Nicaragua, Argentina y Perú, en ese orden según el completo registro de su sitio oficial.











Andres Rodriguez


Andrés Rodríguez, el baterista, confiesa que lo que más le ha gustado de esta experiencia es el factor sorpresa que se genera cuando hacen música en la calle.
Jorge González, el intérprete de la tuba, describe que lo emocionante es encontrarse con espacios no convencionales donde pueden vivir la música de otras formas y fusionarla con el ruido, los colores y aromas de la calle.
Por estos días, Freejol trabaja en la creación de muestras de teatro, performance, monólogos e improvisaciones, con la participación de estudiantes de artes plásticas y artes escénicas de la Universidad de Caldas.






martes, 12 de marzo de 2013

luz La Pepita

Es más, al carnaval le debe uno de los personajes emblemáticos 
de su obra: La Pepita, que surgió en 1962, cuando pintaba un desfile del carnaval y decidió que ella nacería en una carroza y siendo adulta. "Ese cuadro donde se da a luz La Pepita, se ve ella toda embriagada y desparpajada, con la euforia del carnaval. Como si estuviera destinada a vivir una vida festiva". 

Sin embargo, allí no se detiene la historia de ese particular personaje, Loochkartt creó toda una ficción, pues ella va en un proceso involutivo; es decir, a medida que pasa el tiempo se hace niña y al llegar a la infancia, muere en una magnolia, que es su ataúd. Además, todos los años le hace un retrato y le celebra el cumpleaños con las amigas: Lulú, La Pirulí y Talula. También la ha pintado comiendo marañones, elevando cometa, jugando al yo-yo, al billar y al trompo, pasando vacaciones en Rusia, en compañía de Ciro, el gato, y tocando la flauta, de la que sale un búho. 










La vida

Precisamente, al carnaval le debe una gran parte de su producción artística, pues frente al caballete, así sea en su estudio al norte de Bogotá, rememora y recrea las escenas de esa fiesta. De hecho, en sus cuadros abundan las marimondas, los conguitos, las carrozas y las máscaras de animales que evocan las coloridas herencias africanas. 

Pura imaginería 

"Desde mi niñez he vivido los carnavales, he visto todos esos disfraces, danzas y, más que nada, toda esa imaginería", subraya Loochkartt y cuando lo dice, hace un especial énfasis, casi reverente, cuando menciona la imaginería. Entonces, se apresura a explicar que ella ha sido la mejor de sus musas, la que lo mantiene vital, hoy todavía con los pinceles en la mano, cuando está a punto de ajustar los 80 años de vida.